24-10-2013.
Hola, vaya por delante que creo que Francisco es el jefe de la empresa mejor organizada de la historia del mundo. Creo que existen motivos sobrados para no creer en el cuento que se tienen montado estos ¿señores? pero en esta ocasión no voy a divagar sobre ese tema, mi intención es hablar sobre lo que pienso de Francisco y de sus subordinados.
Hola, vaya por delante que creo que Francisco es el jefe de la empresa mejor organizada de la historia del mundo. Creo que existen motivos sobrados para no creer en el cuento que se tienen montado estos ¿señores? pero en esta ocasión no voy a divagar sobre ese tema, mi intención es hablar sobre lo que pienso de Francisco y de sus subordinados.
En
primer lugar, para los que no lo saben, que deben de ser todos los
que pierden algo de su tiempo leyendo este panfleto, tengo que
aclarar que sólo pongo en mayúscula la primera letra del nombre
propio de una persona dependiendo del respeto que me merezca, y
Francisco me merece un gran respeto. Podría estar en contra de mi
mismo, al poner su nombre con mayúscula, porque sólo lo hago al
considerar que hace lo que se supone que debe de hacer, no sólo por
ser el jefe de la empresa, sino por ser sacerdote, es decir, por
cumplir con lo que se debería esperar de él. Digo que se debería
porque si no lo hiciera, cumplir con su trabajo, vocación,
deber...pon el sustantivo que creas oportuno, a nadie le parecería
extraño y casi nadie esperaría que hiciera lo que hace y me
explico.
Por
ejemplo, no condena a los homosexuales por el único hecho de serlo,
independientemente de que el homosexual ejerza de ello, o no, es
decir, tenga sexo, o no lo tenga con otros hombres, habla de
comprensión y no les trata como enfermos.
Se
niega a vivir en el palacio que tiene a su disposición por el hecho
de ser papa, contesta personalmente las cartas, mails y mensajes de
todo tipo que llegan a sus manos escapando del filtro, por no decir
aislamiento, al que le someten sus subordinados, con la escusa de su
carácter, prácticamente divino, y pensando que su cometido es tan
importante que no debe perder el tiempo con asuntos mundanos. Le
respeto por no dejarse dominar, con ninguna escusa, y por imponer los
galones que le dieron sus iguales.
Pero
lo que me decidió a hacerle propaganda es el hecho de echar, o cesar
a un obispo alemán que se gastó 31 millones de euros en la reforma
del palacio donde vivía el susodicho obispo. La reforma se había
presupuestado en 5 millones de euros, cantidad más que obscena, para
terminar gastándose 31 millones. No sé si le cesó por no respetar
el obsceno presupuesto inicial, sin meternos en dónde fue a parar
tal cantidad, 26 millones, que no estaba presupuestada inicialmente,
o por el gasto en sí, el hecho es que con los tiempos que corren, y
perteneciendo a una empresa que promulga la obediencia y la pobreza
(de la castidad de estos individuos no hablo por el ataque de risa
que me entró sólo con pensarlo) no podía consentir semejante
derroche para su comodidad. Me parece bien que Francisco haya cesado
a semejante vividor y derrochador porque lo fácil hubiera sido mirar
para otro lado y hacerse el loco, como hicieron sus predecesores en
otras situaciones semejantes en las que hubo incluso saneamientos de
bancos, inversiones dudosas y asociaciones vergonzosas (hablo de la
mafia), Francisco hizo lo que tenía que hacer, como hace en muchas
otras ocasiones en las que lo fácil, y lo que se espera de él, es
mirar para otro lado con la escusa de que sus preocupaciones son de
otro nivel.
Como
este tío siga por este camino, y si consigue sobrevivir a todos los
enemigos que se está creando por intentar hacer aquello que predican
sus empleados desde los púlpitos de todo el mundo, basándose en el
mayor best-seller de todos los tiempos, la biblia, acabará
consiguiendo que la gente vuelva a creer en la iglesia. Si vive el
tiempo suficiente para reformar la iglesia y convertirla en lo que
debe ser, esa iglesia que Jesús le encargó a Pedro, creo que
conseguirá sacarla de la crisis de valores por la que atraviesa
desde hace muchos años y que pasará a la historia como un papa
valiente y coherente con lo que predica. Si consigue llevar adelante
las reformas que tiene que hacer para devolverle la dignidad a la
institución, éste que escribe estas líneas tendrá que dejar de
ser un ciudadano indignado con la iglesia.
UN
CIUDADANO INDIGNADO
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